martes, 18 de enero de 2011

Montevideo, 2005



 Recordando los cafés del 2005

Mario Benedetti nunca se da una tregua a sí mismo. Dice que ya no se exige letras de emergencia, pero no ha dejado de alternar entre el humor y la tristeza, entre el compromiso y el sentimiento, entre la poesía y el diálogo, entre el pasado y el presente… Benedetti no ha sido solamente el exportador mundial de la personalidad montevideana, sino que es, además, el ejemplo más representativo del ciudadano de a pie en toda una época. 


Mario Benedetti es, ante todo, un tipo entrañable. Para los uruguayos un reflejo fiel de sí mismos, un habitante más de su historia viva, uno más en la lucha contra las dictaduras, un compañero para los intelectuales y para las grandes personas. Para mí, como para muchos españoles, Mario Benedetti había sido siempre un referente en la mesilla de noche. Un tipo sin cara propia que se oculta sobre los cientos de personajes de novelas que le han robado protagonismo. Mario es el dueño de esa  eterna Defensa de la Alegría de la que siempre ha formado parte.

Conocí a Mario hace algo más de un mes, durante un homenaje a su trayectoria literaria. Llevaba una camisa clara y la corbata colocada meticulosamente en el centro, costumbre que aún conserva de aquel colegio alemán que le vio crecer en los años veinte... “todavía me sorprenden estos homenajes, no me gusta nada esa palabra…” me dijo. Mario Benedetti es, no cabe duda, todo un clásico de la literatura hispanoamericana. Pero es mucho más que eso. Benedetti es un símbolo de su tiempo y del sentir popular del que él llama su “paisito” uruguayo; es la memoria constante de los tiempos de exilio y de lucha, de las letras de la generación del 45 en Montevideo, del pasado de las tertulias en los cafés de su Ciudad Vieja... Aquella tarde de noviembre, el Centro Cultural Español en Montevideo le rendía un homenaje. El salón estaba lleno de gente que aplaudía la incalculable obra de un hombre que convierte en un éxito mundial todo cuanto pública (y no es poco). Novela, relato, poesía... Mario lleva a cuestas ochenta y cinco años, más de ochenta libros, y un ir y venir de anécdotas y de emociones que siempre ha querido dejar impresas en papel. “Escribo todos los días... los poemas a mano, los relatos en la máquina... pero todos los días. Es una necesidad que siento, contar historias, y no quiero dejar de hacerlo”.

Poco tiempo después nos reunimos en su casa. A pocos metros, en la plaza de la Libertad de Montevideo, las tiendas de regalos están llenas de cuadros y tarjetas con sus versos. Mario, desde la ventana del séptimo piso, se sienta en la butaca orejera verde mientras ve pasar a la gente con prisa. Vive envuelto entre ese revoltijo de papeles que es su escritorio, entre tantas columnas de libros y cuadros que adornan su casa. Se levanta temprano cada mañana... necesita las horas para escribir poemas a mano, para pensar en Luz, para atender el teléfono, para firmar otro libro... Confiesa que se ha convertido en un hombre tranquilo después de toda una vida imparable de exilios y luchas entre España, Perú, Uruguay y Argentina. A las doce sale a comer al bar de la esquina de su calle acompañado por Raúl, su hermano y compañero de siempre. Algunos vecinos lo saludan desde el cristal al pasar... Y así es Mario Benedetti.

Mario es sólo el comienzo de su larga lista de nombres propios, Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti. Sus libros han seguido su ejemplo y casi siempre elige para sus historias títulos largos y originales:  Letras de Emergencia, Primavera con una esquina rota, El país de la cola de paja, Gracias por el fuego...  

¿Los títulos cambian las trayectorias?
 Sin duda. Además, en este mundo no queda más remedio que ser original y a veces cuesta encontrar un título que no haya utilizado otro en alguna parte. A veces tengo que desfilar de un título a otro cinco veces hasta que doy con, por ejemplo, Primavera con una esquina rota.

Y esta vez, ¿su próximo libro ya tiene nombre? 
Vivir adrede, así se llamará el próximo.

¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido Mario Benedetti el gran escritor?
Lo mío fue vocacional. Siempre supe que quería ser… cuando era niño, en el colegio alemán escribía los deberes en verso. Mis primeros poemas son en alemán. Los profesores creían que no eran míos y mi padre tenía que ir, poco menos que a jurar, que de verdad los hacía yo. Así empecé… y no supe parar nunca. 

¿Qué hay de distinto entre escribir un poema a los veinte años y escribirlo a los ochenta y cinco?
Yo no sé… a uno, a cualquier edad, le surge un tema y lo desarrolla. Los poemas nacen de adentro, y aunque uno es distinto a los veinte que a los ochenta, tiene que salir. Uno no dice  “voy a escribir sobre la pared”, el asunto es que la pared te tiene que salir de adentro para poder hacer poesía sobre ella.
 
Mario el novelista, el dramaturgo, el escritor de cuentos, el articulista, el poeta… ¿cúal es ese género con el que se siente más cómodo?
La poesía. Me siento de verdad yo mismo y es donde puedo verter más cosas de mi propia vida, de mis sentimientos… pero bueno, creo que también tiene algo que ver que durante toda mi vida he estado de un lado para otro. Viviendo cuatro exilios, escribiendo en cualquier parte… ¡es más fácil escribir un poema que pensar una novela mientras esperas un avión!

Su novela La tregua ha sido traducida a más de veinte idiomas y tiene más de ciento cincuenta ediciones. Es, sin duda, su obra más reconocida, ¿también la más especial para usted?
No sé si es la más especial…Tenía veinticinco años cuando la escribí, tres empleos y un jefe cincuentón, viudo desde hacía un tiempo que empezó a comportarse con una alegría de vivir que en él era desconocida. Así nació La Tregua, que me abrió las puertas al público del exterior. Pero, si quieres que te sea sincero, diré que no es mi mejor novela. Mi mejor novela es La borra de café. Además, me siento muy vinculado a una novela en verso que escribí, El cumpleaños de Juan Ángel. Y en poesía… hay un poema para cada momento especial.

Usted, que ha sido testigo a través del tiempo de la evolución de dos países como España y Uruguay, que conoce bien estas dos realidades partidas por el Atlántico ¿piensa usted que somos tan distintos?
Claro que somos distintos. Somos distintos hasta con los argentinos, que los tenemos al lado, como no lo vamos a ser con España. Claro que somos distintos… Aunque es algo maravilloso la diversidad. España y Uruguay compartimos el idioma, que es algo muy importante… 

Dice Mario Benedetti que su mayor enemigo fueron y son las dictaduras de todo tipo, y su mayor regalo la rebeldía de juventud. ¿Sigue manteniendo esta afirmación? 
Si, y lo haré siempre. Los jóvenes son la fuerza para vencer las dictaduras que están en todas partes. Hay que empezar por la famosa globalización… pero no sólo la económica, sino también la globalización de los medios, por la hipocresía, de la frivolidad. Y para eso, es necesario que los jóvenes no se conformen.

¿Piensa que, como dice el título de uno de sus libros, que para la sociedad el olvido está lleno de memoria?
Si, pero no se puede. Algunos dicen que es mejor "no tener ojos en la nuca''; dicen que hay que mirar siempre para adelante… pero yo pienso que ningún pueblo logra una verdadera paz si tiene un pasado pendiente. 

Dijo usted alguna vez, que ha sido derrotado en todas aquellas batallas por las que ha luchado, ¿qué le impulsa a seguir?
Perdí muchas batallas, es cierto. Pero yo no me siento derrotado en cuanto a mis creencias, en cuanto a mis posiciones ideológicas. De modo que yo, que soy ateo y la única religión para mí es la de la conciencia, mientras pueda dormir tranquilo no me consideraré un derrotado. Por eso hay que seguir.

Defensor mundial de las libertades, y creyente ciego en el amor… supongo que es consciente de que sus poemas han sido protagonistas de cartas de amor y declaraciones en muchísimos lugares del mundo… De muchas nunca sabremos, pero de las que usted conoce, ¿Cuál esa historia que nunca se le va a olvidar?
Hay muchas… unas por tristes y otras por alegres. Por ejemplo, en Buenos Aires, se acercó a mí un matrimonio veterano con cinco libros en muy mal estado.. Me contaron que durante diez años habían estado enterrados en su jardín…y es que mis libros estuvieron prohibidos durante las dictaduras. Ese mismo día, una señora me pidió que firmara un libro para su hija desaparecida. En Argentina hubo treinta mil desaparecidos. En Uruguay murieron muchos en la tortura, pero casi todos desaparecieron en Argentina y forman parte de esa cifra, deben ser unos doscientos o más.
  
¿Y de las historias alegres?
Una de las cosas que más me tocó fue en Guadalajara, en México, cuando fui con Vigglietti a dar el recital A dos voces. Después del recital, nos llevaron a una sala para firmar programas… y allí me pasaron dos cosas. “¿Querés que te firme?” le dije a un muchacho con el bolígrafo en la mano. Y me respondió que no, que el sólo venía a contarme una cosa. “Mire señor, a mí me iba muy mal en todo; en el amor, en lo económico, en lo familiar, en el trabajo… y había decidido suicidarme.Ya había puesto fecha y todo. Me suicidaba el martes. Le escribí cartas a mis familiares y el domingo salí a comer, porque aunque me suicidaba el martes ¡¡tenía que comer el domingo!! Me encontré a un amigo, que me preguntó por mi cara afligida y ante mi respuesta de que tenía problemas sacó del portafolios un Inventario Uno, y me lo regaló. El lunes empecé a leerlo, y bueno, me lo leí todo. Y no me suicidé”. Esa fue una de las historias, la otra… (se ríe), fue que vinieron a verme lo que a mí me pareció una pareja, dos cuarentones y me dijeron: “mire, nosotros queríamos verlo porque aunque estamos divorciados nos conocimos leyendo sus poemas y queríamos saludarlo aunque después no nos llevamos bien”. Dos días después, yo estaba firmando libros y se acercaron de nuevo estos dos y me dicen: “mire, queríamos decirle que volvimos a leer Inventario y nos volvemos a casar”. 

Y si hay parejas que se unen con su poesía, confiéseme… ¿También se sirvió de la literatura para enamorar a su esposa?
Lo que pasa es que a mi esposa la conozco desde niños. Yo tenía nueve años, y ella ocho. Esa amistad infantil se fue convirtiendo en otra amistad… estudiábamos juntos ella, mi cuñado (que después murió) y yo y bueno… hasta que esa amistad se convirtió en otra cosa. Y llevo cincuenta y nueve años de casado… así que…

Toda una vida…
Si, aunque lamentablemente ahora está muy enferma con el mal de Alzheimer, hemos compartido mucho más que una vida. 
  
Mario, éxito me atrevería a decir que hasta en exceso, ha sido un luchador incansable en defensa de la alegría, un escritor capaz de llegar a todas las edades, querido en todos los países de los que ha formado parte, hace una vida tranquila en el país que le vio nacer e incluso la política uruguaya parece que llega a tiempos mejores… ¿Le falta algo para ser feliz?
Mario me dio una respuesta. La respuesta de un hombre que camina con paso firme, aunque cansado… que es todo sentimiento y generosidad. La respuesta de Mario fue mucho más allá de algunas palabras… se trata de una actitud, de la manera de ser de un hombre adherido al pueblo, un madrugador y trasnochador en nombre de los versos y de la alegría. Se trata de aquel que, tras sus más de ocho décadas, aún recita poemas para niños el día de fín de curso en los colegios, que firma ejemplares a todo el mundo cuando hay una feria de libros en la Rural del Prado, que come cada día en el barcito de la esquina y que… pese a todo no ha perdido la humildad ni las ganas de ganar la batalla. Mario no pierde en el cara a cara esa capacidad de rescatar de lo cotidiano las emociones más puras, esa forma de recuperar historias que no se sabe cuando ni donde nacieron pero que terminan por ser reflejo de uno mismo. Yo creo en esa honestidad, en esa humildad extrema, en esa mirada curiosa y brillante que palpita con fuerza aún depués de toda una vida dándose cabezazos contra las dictaduras, las batallas y las tristezas… Porque si por algo ha luchado Benedetti es por esa Defensa de la Alegría.

Gracias por el fuego Benedetti. Y por la compañía.

1 comentario:

  1. Que tipo más grande y que grande tu por llegar a la gente tan bién.

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