lunes, 20 de mayo de 2013

Consecuencias

Desde niña siempre me ha gustado robar de los libros aquellas frases que más me impactan, una práctica habitual en casi todos los lectores compulsivos que conozco. El detalle que lo diferencia es que, también desde niña, me dedico a esconder esas anotaciones entre otros libros, en el armario, en el bolsillo de algún pantalón...convencida de que el destino siempre me los devolverá cuando tenga algún sentido recordarme ese mensaje.

Consecuencias de creer en la magia.

Creo en las casualidades, que casi nunca lo son, más que en mi misma.  Así que mis encuentros con mis anotaciones han sido grandes consejeras, e incluso una práctica que otros amigos han hecho suyas, y que a golpe de efecto dominó ha ido funcionando entre mi gente casi como una terapia. He recibido regalos de cumpleaños en forma de notitas para abrir con el paso del tiempo, y yo también he enviado calendarios con frases sin sentido encofradas, totalmente segura de que el destino y la casualidad le darían alguna función.

Esta mañana, al abrir una caja de herramientas buscando una bombilla que devuelva la luz a mi mesilla de noche, me encontré con esto. Palabras para compartir contigo, y sobrellevar las intrigas de los lunes. Casualidad, causalidad o nada... son trozos de algún momento que vuelven para entender y disfrutar.

Consecuencias, al fin y al cabo, de seguir creyendo en la magia.




 
 
 
 
 

lunes, 15 de abril de 2013

Vocación de chanchito

 
 
 
 
 
Anoche soñé con ella, aunque hace más de ocho años que le hice esta foto en un barcito de la avenida 18 de Julio. Era otoño y llovía a cántaros en Montevideo. Eduardo y yo compartíamos una mozzarela cuando ella entró cargada con tres cajitas de inciensos. Los vendía de a uno.
 
Mientras él buscaba en el bolsillo algunas monedas para regalarme la sonrisa de una niña que ha vendido, le propuse una foto; la primera de su vida. Al verse a si misma se le congeló la inocencia, en ningún rincón de Uruguay existía una alegría más grande.
 
Todo en ella me intrigaba. Y me animé a preguntarle:
 
-¿Y tú qué quieres ser cuando seas grande?
- Yo cuando crezca quiero ser chanchito (cerdito), para estar gorda y nunca tener hambre.
 
Eduardo lo anotó en su cuaderno de bolsillo.
Yo lo guardé en mis sueños, para que regresara a escribirse ocho años después.

martes, 25 de septiembre de 2012

El precio del espectáculo


Y digo yo que rodear todo el entorno del Congreso de vallas, cubrir el cielo con una flotilla de helicópteros como si estuvieramos rememorando la II Guerra Mundial, dejar sin cobertura los móviles con inhibidores y colocar como soldaditos de plomo a cerca de 1500 efectivos... resulta un poco exagerado, ¿no? Además intuyo que no debe resultar barato este espectáculo que, por cierto, pagamos entre todos. ¡Qué inocencia la mía, que sólo he visto una multitud aparentemente tranquila, sin violencia ni armas en mano, manifestándose uno al lado del otro en aparente son de paz! Espero que pronto se nos declare la tregua a nosotros, los sufridos vecinos del barrio, y que helicópteros y sirenas nos concedan una noche tranquila... :(

sábado, 18 de agosto de 2012

Apuntes sobre África

 

 Breves anotaciones en el camino

 

 
En el aeropuerto...  
 Cuando mi abuela era muy pequeña, su familia emigró a la África negra para intentar una vida mejor. Allí vivió cerca de veinte años y de allí son todos los cuentos con los que yo he crecido. Desde niña ese continente olvidado me parece el lugar donde el mundo sigue siendo mundo... donde la naturaleza lucha consigo misma y gana siempre, donde subsisten las grandes lecciones de humanidad y de realidad. El lugar donde, sin haber estado, siempre he querido volver...

 

Recién llegada...
No llevo en Gambia ni un día y ya me planteo quedarme eternamente... Qué forma de sonreír, qué gente tan especial, qué maravilloso el sonido de la selva... He conocido al brujo del Bosque Sagrado y a sus 96 años me ha leído la mano. Dice que este viaje ya ha empezado a marcar mi destino para siempre... :)
 
 En el camino...
Y aquí estaban todas esas historias... el lugar donde los recuerdos son presente y las tradiciones te llenan de vida. Hemos recorrido la jungla en Senegal, atravesado el bosque mágico de Gambia, charlado con un chamán, compartido la sonrisa de los niños cuando se descubren en una foto, jugado con bebes leones, hicimos llorar a pequeños que ven a una persona blanca por primera vez, el espectáculo de la pesca, los proyectos de los cooperantes, las playas paradisiacas, el ferry, el safari, las niñas que agitan sus manos con sus hermanos a hombros, las noches con el cielo más estrellado del mundo... la magia, los sueños, la tierra roja donde cada día no puede ser más feliz... 
                                        
 
Gambia... la sonrisa de África
Gambia es mucho más que el país más pequeño de África. Es mucho más que su naturaleza pura, sus paisajes vírgenes, sus tradiciones y sus leyendas, su amabilidad constante, sus ritos, sus sueños, sus calles... es mucho más que las noches de la traída de la pesca que esperan cientos de familias a pie de playa, va más allá del chamán de 96 años que habita en el Bosque Mágico y te anima al futuro, que el Safari donde los leones se convierten en ternura, que las calles encharcadas de Banjul, que los niños que corren con todas sus fuerzas sólo para tocarte el corazón... Gambia es la sonrisa de África porque, simplemente, te llena de magia por dentro. Inolvidable.
 
  ... Planes
Hace unos cinco años una mujer maravillosa salida del corazón de Guinea llegó para explicarnos que era una pieza fundamental de nuestra familia... el vértice de muchas raíces que quedaban por descubrir. Esta misma mujer me escribió hace unos días, mientras yo pisaba tierra roja, que lo tengo dentro... "es el motor de aventura. Viene de la sangre, tus antepasados embarcaron en una aventura que tu contarás al mundo y en la que tú te estas embarcando". Sábado de investigación, anotaciones, fotos viejas y casualidades... Buscando al bebé de esta foto, cincuenta años después.
 

domingo, 15 de enero de 2012

Palabras con D. Manuel...



 No compartimos ideas, pero sí grandes conversaciones. 
¡Gracias por sus debates y por, sin dudarlo, contestar a mis cientos de preguntas!


En septiembre del 2008, con él sentado frente a mí, empecé a transcribir una entrevista que... cuatro años después... aún no he terminado. Y no la acabaré esta noche.. estoy segura. De aquella primera charla salí más desconcertada de lo que había entrado, convencida de que si un orgulloso ministro de Franco se sentaba en un despacho del Senado es que algo estaba pasando en el sistema democrático español. Y sí... algo había pasado: el tiempo. 

D. Manuel, lo dijo Santiago Carrillo esta noche al saber que su contrario había muerto, fue un hombre con "talento para adaptarse a los tiempos y que pese a su papel en el franquismo desempeño una labor positiva en la aprobación de la Constitución. Fue Fraga -recuerda D. Santiago siempre- quien cuando yo era un hombre muy mal visto en el país todavía me presentó en el Club Siglo XXI a algunas personas que incluso abandonaron el lugar en ese mismo momento". Porque dicen que D. Manuel nunca tuvo miedo de hacer lo que sentía. Un hombre que, pese a los amigos y a los enemigos, logró torear en primera línea de poder durante más sesenta años. Quizás no siempre fue un buen demócrata, pero sí un excelente político. 

En lo personal... Manuel Fraga me planteó decenas de contradicciones que todavía arrastro, y que me aportaron mucho. Me obligó a pensar, me exigió dudar. A él le recuerdo luchando con su propio cuerpo cansado, obligándose a madrugar enérgico, ansioso por leer antes que el mundo la prensa del día porque, decía, esa es la labor de un político de vocación: tener la necesidad de saber que pasa en la nación para pensar como mejorarlo. Pese a su caracter fuerte, sus salidas de tono, sus gestos desproporcionados y un carisma que hacía temblar por igual a empleados, periodistas y políticos... D. Manuel Fraga fue para mi un baúl lleno de historias que nunca dejaron de interesarme. Jamás se negó a contestarme a una sola pregunta y me hablaba con todo detalle de sus a veces tensos encuentros con Franco, de sus trascendentales charlas con la familia Borbón, de los abrazos, las polémicas y las bromas con Carrillo, de su relación con los suyos... y de lo único que provocaba que le temblara la voz: su pasión por Galicia. D. Manuel fue para mi mucho más que una lección de historia... un hombre que consiguió casi todo cuanto se propuso... una persona a la que, como dice de él Felipe González, "le cabía el Estado en la cabeza". Y que siempre estuvo dispuesto a compartirlo.

En cualquier caso, desde su primera gran cita con la política como ministro del franquismo en el 62 hasta su retiro como senador el noviembre pasado, Fraga siempre fue un político a tener en cuenta para su partido y para los contrarios. Y guste o no, es innegable que sesenta años de política activa, en dictadura y democracia, no se firman sin su nombre. Siempre se adaptó a los tiempos, pero nunca perdió sus referentes ni hizo nada que realmente no pensara, "jamás traicioné a mi nación y me adapté a las situaciones para defender mi vocación, la de tomar decisiones que mejorasen la realidad que en cada momento estaba viviendo España". 

  
 "Casi es preferible morir antes que arrastrar una vejez ociosa"
 
 «¡No!. No quiero que se me recuerde como un franquista. Yo era un niño cuando la Guerra Civil. No participé en la guerra ni mucho menos alenté la instauración de ese sistema de gobierno. Es más, como ministro de Información, solo contribuí a que se usase lo mejor posible. Solo cabía la posibilidad de hacer política desde dentro del sistema. Pero, ¡ojo!, nunca fui un servidor de la dictadura, sino que usé esa posición privilegiada para tratar de mejorar las cosas. Es verdad que había que hacer unas cosas que, claro, incluso llegué a lamentar, para poder hacer otras».

«Yo, calzón de lana. Así vestido, o desnudo, ocupé, con motivo del famoso baño de la playa de Palomares, la portada en The New York Times.». 

jueves, 5 de enero de 2012

Noche de Reyes



Para él son todos mis deseos de esta Noche de Reyes.
Por enseñarme tanto. Por regalarme tanto.


La Noche de Reyes siempre me ha quitado el sueño... De niña por los nervios de la ilusión, por las luces que desde la calle prometían que el cortejo real llegaba ya a mi ventana...; con los años, las noches en vela confesaban alguna que otra fiesta improvisada en Pontevedra y siempre buena compañía. Hoy, con más motivo que nunca, mi insomnio tiene una cara y un nombre. Este muñeco tiene seis años, la ilusión clavada en los ojos... y una historia tras de sí que podría llenar cientos de páginas. La realidad le ha obligado a ser adulto, y la responsabilidad que exige su vida ha hecho que su inocencia salga corriendo. Con tristeza seguramente, también con alevosía. 

Su historia, en cambio, se resume rápido. Este niño nació en Madrid y seis años después se quedó solo. Su nacimiento pedía a gritos ilusión, pero sobre todo salud. Y los deseos, aún juntando todas las fuerzas, no siempre se cumplen. A los pocos meses de nacer se le detectó una terrible enfermedad que sufren alrededor de 70 niños en España. Su caso empeoró, los tratamientos no funcionaron y una delicada situación familiar obligó a los suyos a regresar a su lugar de orígen recordando, en la distancia, que en un hospital de Madrid continúa su hijo de seis años. Él se quedó solo. Desde entonces, decenas de personas de forma voluntaria y altruista comparten su vida y su tiempo con él... hacen turnos, le llevan regalos y le arrancan sonrisas por cientos. Porque él es así, no está dispuesto a perder su sonrisa... aunque le sobren los motivos.

Hace algunos días que le convencí para que me contara un secreto: un deseo, el más fuerte, el más íntimo, el más inalcanzable. Él, mimoso, acercó su boquita para hablarme al oído y me dijo que su mayor deseo era no quedarse ni un instante solo, que siempre estuvieramos a su lado para recordarle que nunca íbamos a abandonarle. Le expliqué, diplomática y compungida, que los mayores tenemos que trabajar, que tenemos que pasar tiempo con nuestros amigos, atender las casas, que vivimos rodeados de ineludibles obligaciones... Me miró y señaló a su alrededor, resignado por mi ignorancia terrible... sin darme cuenta que él  ya tenía la fórmula para conseguir su sueño. Y me complació con el razonamiento más convicente del mundo. "Tú siempre estás aquí, -me dijo con una inmensa sonrisa-, porque encontré la forma de que cada minuto, todos, estéis a mi lado". Y me enseñó, con la ilusión atrapada entre sus manos, que todo es mucho más fácil cuando se sueña desde el corazón de un niño. Su habitación está plagada de fotos que le acompañan todo el tiempo y que recuerdan los mejores momentos que ha vivido este año; la gente a la que de verdad echa de menos, los profesionales y voluntarios incondicionales que a lo largo del 2011 le han rebozado en besos y abrazos tratando de cubrir un vacío que, en realidad, llena él solo con su capacidad para invadir la realidad de esa ilusión implacable que sólo tiene la mirada mágica de un niño. 


sábado, 10 de diciembre de 2011

Otoño, octubre


La mañana del viernes 21 de octubre todo arranca de nuevo. Los pasos se encuentran otra vez en este punto de partida. Hace un año… era octubre, era otoño… y él inauguraba una etapa de conversaciones consigo mismo, de puertas para dentro. Hoy de nuevo el otoño deja una luz tenue sobre los adoquines en las calles… y Manuel Carrasco ha encontrado razones aún más fuertes para regresar a esta locura que es la música, para mezclar su profesión con su corazón.

En “Otoño, octubre” Manuel cuenta la historia de un encuentro con desencuentro… de la búsqueda cómplice de un pasado que le enfrenta a su reflejo en el espejo… a su soledad. Más adelante, el tema creció de la mano de Claudio Guidetti , afamado productor italiano (Eros Ramazzotti, Toquinho, Carmen Consoli, Amaia Montero), que junto a Manuel se encargó de vestirla en su estudio de Milán durante el verano del 2011.

El primer single del último álbum de Manuel Carrasco llega como letras de emergencia… con todas las ganas. Nace un largo recorrido que todavía empieza, de nuevo, hoy…

Y otra vez es otoño. Y es octubre…




viernes, 18 de noviembre de 2011

El reloj, los planes y cosas que caben en una canción




Me gustan las cosas pequeñas. Los pequeños detalles que convierten la vida en algo grande y especial. Las cosas que parecen insignificantes pero que llenan los días de sonrisas, de silencios mágicos, de recuerdos que parece que se van a olvidar.. pero nunca se olvidan. Las copas de vino tinto. Me entretienen las formas de los relojes, aunque no me gusta llevarlos conmigo: creo que el tiempo no se cuenta ni se define. Me ilusiona mi inconformismo y mis ganas de ser más feliz, aunque siempre quiera dar más, aunque me enfade conmigo misma cuando siento que no lo consigo. Me gusta que, varios años después, todavía me intrigue la magia de Anthony Blake y que Brian Weiss me haga pensar: ¿volveré a encontrarte en algún lugar algún día?

Me entusiasman las personas que me llaman para decirme que ya tienen el billete en el bolsillo, media hora después de que hayamos colgado el teléfono sin saber cuando nos volveremos a encontrar. Me ilusionan las frases que resumen bien la emoción de una película... y los autores que me hacen pensar. Me encanta que las cosas más insignificantes me ilusionen más que nada en el mundo: el mensaje de una tarta de cumpleaños, pisar la casa donde nació Lola Flores, volar sobre Londres en el barco de Peter Pan... que no me cueste nada querer ni decir Te quiero, encontrar en julio el regalo perfecto para celebrar tu navidad.

Me gustan los abrazos que me llegan por la espalda provocando que me suenen todas las vertebras y me tocan la emoción y la sonrisa. Me gusta la gente incondicional, la que siempre regresa a tu vida porque en realidad nunca se ha ido. La gente que elige su destino, aunque su objetivo sea estar a la deriva cogido de la mano que ha escogido. Me gustan las mantas que esperan dobladas sobre el sofá.

Me hacen sentir las casualidades... las sonrisas que se colocan en el camino como las piedrecitas de Juan Sin Miedo, mostrando el camino de ida, el rumbo, las soluciones y nunca la mejor forma de regresar. La gente que no tiene miedo a equivocarse de nuevo, que le cede el espacio al corazón que bombea porque ha sentido. Me gustan los recuerdos, sobre todo los que siempre pueden compartirse con una sonrisa... los que están llenos de nostalgias con brillo en los ojos... las partidas de cartas... las confesiones de los ancianitos que cuentan sus conclusiones antes de cerrar su libro... Me gusta el cine español que es imborrable sólo porque a mi me hace reír... las canciones que me tranquilizan porque siento que me las cantas y que las cantas conmigo... los momentos que son sólo decisión mía, aunque me empeñe en compartirlos contigo.

Me emociona bajarme del autobús y sorprenderme al ver que desde su cartel de publicidad me saluda un profesor que convirtió sus clases en lecciones de como afrontar la vida con una sonrisa. Porque es un lujo que quiera enseñarte a sentir así. Y es un placer descubrir que he sido una buena alumna. Me llenan las personas que veo crecer... los mensajes que me escriben de día en Montevideo pero yo leo de noche en Madrid... cinco años después de haberme despedido de una niña que ahora es una mujer dispuesta a cambiar el mundo.

Me gusta tener memoria... memoria para los recuerdos pequeños... los que se difuminan, se escabullen, se desdibujan, pero que siempre tienen sentido... Me emociona la distinta forma que tienen de ver la vida las personas que quiero, porque esas miradas son parte de las cosas importantes que llenan mi vida. Me gustan los días en los que descubro que las mesas donde ceno están llenas de personas inmensamente especiales, inmensamente distintas. Y me gusta recorrer con gente muy diferente los mismos destinos.

Las casualidades que provocan que toda la vida y que todos los silencios entren dentro de una misma canción. Me gustan las cosas pequeñas, los relojes y los planes...

martes, 28 de junio de 2011

Despedir al corazón



A Fabiola y Ana Osorio


Esta noche en vela he despedido a una mujer en la antesala de un quirófano y mañana la recogeré, a primera hora, estrenando un nuevo corazón. Así de relativa es la vida. Así de extravagante.

Resumido, el episodio de esta noche se queda largo... como las palabras que se dicen en silencio. Fabiola es una de esas personas que laten de arriba abajo... quiera o no su corazón morir de tanta insistencia. Periodista de los pies a la cabeza y al revés, desgastada por el pálpito de la curiosidad por todo e invadida por una pasión desbordada que le invadió el pecho y le frenó las emociones. La vida atrevida, que se empeña en aleccionar y en poner límites. Pero la historia no es el porqué... la historia es el ahora... y el ahora se debate entre el romanticismo y la ciencia ficción en un quirófano de la quinta planta del Gregorio Marañón, donde un equipo brillante recoge un corazón que termina de latir para empezar a volver a latir. ¡¡Qué cosas!

En lo básico, en lo natural, no estoy preocupada en absoluto. Esa mujer entró en quirófano convencida de que mañana nos veríamos y, sinceramente, no me parece Fabiola de esas personas dispuestas a llevarse una promesa incumplida a la tumba. Espero una llamada... la llamada que me diga que ya estrena latidos nuevos para irme a dormir sabiendo, con seguridad, que voy a poder cobrarme con unas buenas arepas la noche en vela de hoy. Mientras, me entretengo dibujando en un papel planes para el día en que yo tenga algo que decir en la Organización Nacional de Trasplantes... tan eficaz para que nadie la cuestione, pero tan limitada para que cientos de órganos sanos terminen cada año yendo con prisa a ninguna parte. Para que sean decenas las personas que fallecen esperando su esperanza convertidas en un número más de una lista.

Confieso que también me quita el sueño el recuerdo insistente de las palabras de un amigo del alma tras su primera sesión de quimio. Una lección magistral de pánico jugando en primera división: "no me asusta el cáncer, ni me asusta el dolor... lo que temo es que la química no distinga entre células malas y buenas... entre neuronas malas y neuronas buenas... que cuando me despierte las ideas sean distintas... que ya no sea del Barça sino del Madrid, que ya no sea de izquierdas sino aférrimo militante de la más legional derecha".

En unas horas saludaré a Fabiola de la misma forma en la que me vio por última vez, agitando la mano mientras me despedía del corazón que avanzaba hacia el desgüace. Estará celebrando la novedad, como quien se pone el domingo zapatos nuevos. Y pesándolo en frío... sólo espero que el corazón de verdad, el que se enseña, el que define y el que se comparte, el corazón que tiene memoria y recuerda, que ese no se lo lleven en el trasplante, que no se confundan y, que mi amigo aquel del cáncer que sigue siendo un poeta de izquierdas, no tuviera en su miedo razón. Sólo falta que después de la noche que hemos pasado... Fabiola vuelva con el corazón de piedra, me mire desafiante a los ojos y confiese, sin derecho a réplica ni lugar a dudas, que no tiene tiempo ni ganas de ponerse a cocinarme las arepas.

Para evitar torturarme con este pensamiento rememoro mi última escena... despidiéndome con la mano de un silencioso corazón que terminaba... ¿dónde terminan los corazones que se han roto? ¿dónde se esconden sus secretos? ¿le dejarán por escrito al sustituto las cosas por las que debe entusiasmarse, el tipo de hombres por el que debe palpitar...? Despedirse del corazón debe ser tan desconcertante como el día que ves a tu primer amor besar a una novia nueva. Prejubilarle, debe ser tan cruel como la recién licenciada en Recursos Humanos que ya el primer día tiene que expulsar al desolado padre de familia... así, a la calle, sin finiquito alguno y alegando que después de veinte años no es el perfil apto que buscan para este puesto en la empresa. Despedir al corazón es un acto terrible que, incluso a veces, nos llena de vida. Una mezcla entre la emoción y la desolación que desconcierta y compromete al silencio, a la medicina y a la ciencia. La esperanza de vivir que comienza despidiendo al viejo corazón que ya se va, despacito y en camilla, caminito del desgüace.