martes, 28 de junio de 2011

Despedir al corazón



A Fabiola y Ana Osorio


Esta noche en vela he despedido a una mujer en la antesala de un quirófano y mañana la recogeré, a primera hora, estrenando un nuevo corazón. Así de relativa es la vida. Así de extravagante.

Resumido, el episodio de esta noche se queda largo... como las palabras que se dicen en silencio. Fabiola es una de esas personas que laten de arriba abajo... quiera o no su corazón morir de tanta insistencia. Periodista de los pies a la cabeza y al revés, desgastada por el pálpito de la curiosidad por todo e invadida por una pasión desbordada que le invadió el pecho y le frenó las emociones. La vida atrevida, que se empeña en aleccionar y en poner límites. Pero la historia no es el porqué... la historia es el ahora... y el ahora se debate entre el romanticismo y la ciencia ficción en un quirófano de la quinta planta del Gregorio Marañón, donde un equipo brillante recoge un corazón que termina de latir para empezar a volver a latir. ¡¡Qué cosas!

En lo básico, en lo natural, no estoy preocupada en absoluto. Esa mujer entró en quirófano convencida de que mañana nos veríamos y, sinceramente, no me parece Fabiola de esas personas dispuestas a llevarse una promesa incumplida a la tumba. Espero una llamada... la llamada que me diga que ya estrena latidos nuevos para irme a dormir sabiendo, con seguridad, que voy a poder cobrarme con unas buenas arepas la noche en vela de hoy. Mientras, me entretengo dibujando en un papel planes para el día en que yo tenga algo que decir en la Organización Nacional de Trasplantes... tan eficaz para que nadie la cuestione, pero tan limitada para que cientos de órganos sanos terminen cada año yendo con prisa a ninguna parte. Para que sean decenas las personas que fallecen esperando su esperanza convertidas en un número más de una lista.

Confieso que también me quita el sueño el recuerdo insistente de las palabras de un amigo del alma tras su primera sesión de quimio. Una lección magistral de pánico jugando en primera división: "no me asusta el cáncer, ni me asusta el dolor... lo que temo es que la química no distinga entre células malas y buenas... entre neuronas malas y neuronas buenas... que cuando me despierte las ideas sean distintas... que ya no sea del Barça sino del Madrid, que ya no sea de izquierdas sino aférrimo militante de la más legional derecha".

En unas horas saludaré a Fabiola de la misma forma en la que me vio por última vez, agitando la mano mientras me despedía del corazón que avanzaba hacia el desgüace. Estará celebrando la novedad, como quien se pone el domingo zapatos nuevos. Y pesándolo en frío... sólo espero que el corazón de verdad, el que se enseña, el que define y el que se comparte, el corazón que tiene memoria y recuerda, que ese no se lo lleven en el trasplante, que no se confundan y, que mi amigo aquel del cáncer que sigue siendo un poeta de izquierdas, no tuviera en su miedo razón. Sólo falta que después de la noche que hemos pasado... Fabiola vuelva con el corazón de piedra, me mire desafiante a los ojos y confiese, sin derecho a réplica ni lugar a dudas, que no tiene tiempo ni ganas de ponerse a cocinarme las arepas.

Para evitar torturarme con este pensamiento rememoro mi última escena... despidiéndome con la mano de un silencioso corazón que terminaba... ¿dónde terminan los corazones que se han roto? ¿dónde se esconden sus secretos? ¿le dejarán por escrito al sustituto las cosas por las que debe entusiasmarse, el tipo de hombres por el que debe palpitar...? Despedirse del corazón debe ser tan desconcertante como el día que ves a tu primer amor besar a una novia nueva. Prejubilarle, debe ser tan cruel como la recién licenciada en Recursos Humanos que ya el primer día tiene que expulsar al desolado padre de familia... así, a la calle, sin finiquito alguno y alegando que después de veinte años no es el perfil apto que buscan para este puesto en la empresa. Despedir al corazón es un acto terrible que, incluso a veces, nos llena de vida. Una mezcla entre la emoción y la desolación que desconcierta y compromete al silencio, a la medicina y a la ciencia. La esperanza de vivir que comienza despidiendo al viejo corazón que ya se va, despacito y en camilla, caminito del desgüace.


7 comentarios:

  1. Sin palabras. Que forma de ver las cosas. Gracias.

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  2. Bueno, ¿Al final qué ha ocurrido, Alba? ¿Cómo fue el reencuentro?

    Un abrazo,

    Manu UC.

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  3. Jajaja... Veo que no dejas los cuentos a medias. El reencuentro no fue todavía. Está en la UCI, las cosas no van tan rápido como nos gustaría a todos y el corazón bombea todavía muy lentamente. Prometo que cuando volvamos a estar juntas, te mantendré al tanto. Gracias... por todo ;)

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  4. Espero que Fabiola te prepare esas deliciosas arepas.

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  5. la verdad es que ni te conozco pero te tengo aprecio solo por leer lo que le escribes a mi tía Fabiola se ve que le tienes mucho aprecio y eso me hace sentir bien el saber que mi tía y mi mami no están sola y tienen amistades que la apoyan allá en España de verdad muchas gracias se que todo saldrá bien tengo mucha fe y ya te comerás tus arepitas ya veras que si gracias por todos tus mensajes de apoyo

    ATT: ANGEL OSORIO

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  6. Gracias a todos. El corazón y yo nos reencontramos y late... despacito pero firme. :)

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