Máximo pasó su juventud observando aquellas fotos blanco y negro que alguna vez habían llegado al buzón en forma de carta. Venían desde lejos: "Galicia. España.1935". “Orense. Galicia. 1947”. Ahí se perdía la pista…
De niño solía imaginar sueños dentro de aquellas maletas inmensas. Llenaba sus ojos brillantes de inocencia con mapas del tesoro y promesas de piratas espiando por catalejo desafiante las tierras de fuego y piedra verde de musgo, en Galicia. Siempre en Galicia.
La vida, en cambio, se pasó en Camawey. Bajo el sol de la Cuba de pintadas idealistas y castigada de libertades. Estudió, como todos. Se hizo ingeniero de título, con sueldo de ama de casa. Educó a sus hijos, que como todos los demás hijos de Cuba, también estudiaron. Ella farmacéutica. Él veterinario. El orgullo de la familia figurando en los retratos a la entrada de la casa. Los dos pasaban ahora de los treinta. Su madre, la abuela, añoraba los tiempos en los que, desde su tierra, llegaban las postalitas.
Máximo recogió del baúl de los recuerdos aquellos sueños que imaginaba en la maleta. Los desempolvó. Se armó de paciencia durante cinco largos años bajo el sol de plomo que sólo se aguanta en Cuba y consiguió un visado. Los piratas, pensaba en la espera, también sufrían las torturas del tiempo antes de llegar al destino.
Hace seis meses que supo que Galicia no es una imagen detenida en el transcurso del tiempo. Supo que nadie espera en el puerto con una cámara para dibujar la postalita. Hace cuatro que, en Madrid, un tumor cerebral lo dejó fuera de juego en las listas de empleo.
Se llama Máximo. Tiene 62 años. Es cubano; sus padres emigraron de Galicia. Ahora sabe: Orense no es una tierra en blanco y negro de piratas cargados de sueños. Las maletas ya no guardan mapas del tesoro. Los deseos no se esconden en el recuerdo de una postal carcomida. Nadie le abrazó al llegar; nadie lo besó al salir. El calor llegó de la salida de aire de un metro en la estación de Príncipe Pío.
He pasado varias veces, siempre veo con detenimiento...interesante...
ResponderEliminar6 Párrafos. 6 Párrafos bastaron para relatar una muy buena historia. Ni más ni menos, solo la medida justa de palabras para capturar la curiosidad de quien pasa (en este caso yo). Y es que tan fácil se lleva la historia (haciendo alusión a Cuba, no en vano Hemingway se enamoró de ese país) que termine con un baúl lleno de ganas de volver a leer más.
ResponderEliminarSaludos
P.D Mientras tanto seguiré cautivandome con escritos anteriores :P