martes, 10 de agosto de 2010

Encuentro de la Soledad con el Cuadro Itinerante



                                A Marthazul


Se sentía sola aquella noche de agosto… en una ciudad donde el cemento palpitaba soledad quemada y vacío de mar. Se había cansado de vivir deprisa, y sin embargo la propia vida le recordaba incansable que tiempo atrás había sido su elección… Ahora parecía imposible frenarlo.

Todos se iban; ella regresaba de nuevo.

Era así: el verano arrancaba para la multitud y ella lo clausuraba… con esa perpetua sensación a quemar las cosas demasiado deprisa… con la fría fugacidad con la que se cuela el agua azul entre los dedos antes de que puedas probarla…

Se entretuvo buscando el lugar perfecto para aquella chiquita obra de arte de la que se había enamorado tres años antes, cuando él regalaba sensibilidad a manos llenas y ella supo recogerla y guardármela en un lienzo para siempre. Era un cuadro que transportaba historia; una historia con lenguaje no verbal y más sentimientos que palabras. El pincel contra el olvido.

Lo colgó sobre un enganche vació en la pared del dormitorio, fue seis minutos antes de apagar la luz e irse a la salita a leer un rato. Y entonces, se dio cuenta. Sus primeros minutos a solas sin el cuadro le parecieron interminables. Ya era inevitable; de pronto lo echó de menos. No supo bien que necesitaba... si mirarlo o que él la acompañase. Supo, otra vez, que se había alejado demasiado deprisa.  Sintió la amarga sensación de haber abandonado aquella habitación excesivamente rápido.

Echó un vistazo a todas las paredes que alcanzaron sus ojos. Buscó un martillo que sacó de la nada y le dio utilidad en cuanto lo hubo encontrado. Y lo colgó. Lo colgó en la pared más luminosa del comedor mientras cenaba. Lo colgó sobre el escritorio del salón mientras escribía… Dudó de nuevo si necesitaba observar el cuadro o que el cuadro la observase. Sólo tenía la certeza de necesitarlo a su lado.

Así fue como aquella cuesta color vivo y con sabor a Caribe no se detuvo en el camino. Así fue como después de recorrer 700 kilometros y dormir cada noche de los últimos tres días en diferentes lugares, El empiezamiento de la cuesta azul con piña protagonizó la historia del cuadro incansable, fiel compañía, impasible ante el nostálgico ritmo de aquel verano…

Ella no volvió a sentirse sola aquella noche.
Él no volvió a detenerse en el camino.

Quizás durante aquellos minutos ella sí estuvo loca. Quizás se sentía aquella noche demasiado sola, demasiado perdida, demasiado impotente, demasiado cansada. Quizás sólo era el comienzo de una firme amistad… o el amago de una amistad que trata de ocultar otra… pero fue el comienzo de la historia que cerraba la tristeza aquella noche y también fue el principio del futuro de aquel cuadro… el arranque del camino vivo de aquel cuadro itinerante.

2 comentarios:

  1. ... Es la primera vez (o eso creo) que alguien escribe un cuento dedicado a uno de mis cuadros... Me parece mágico que una idea que surgió en mi cabeza, de regreso de un concierto donde todo giró por completo, tenga un lindo y original final para mí después de intentar escalar esa cuesta azul con gotas de piña... Me encanta haber tomado la mejor decisión, y q a la 3ª haya ido a parar a las manos que mejor lo saben cuidar y apreciar... Gracias por quererlo, por cuidarlo, y por darle ese protagonismo sorpresa... que Eleguá te abra sus mejores puertas, con todos los demás Orishas que te guíen y proyejan siempre.

    Aché de mil colores,

    MA (la que consiguió guardar la sensibilidad a manos llenas con sus pinceles ante el olvido).

    GRACIAS!!!

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  2. No amiga, el agradecimiento es para ti.
    Siempre para ti.

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