jueves, 5 de enero de 2012

Noche de Reyes



Para él son todos mis deseos de esta Noche de Reyes.
Por enseñarme tanto. Por regalarme tanto.


La Noche de Reyes siempre me ha quitado el sueño... De niña por los nervios de la ilusión, por las luces que desde la calle prometían que el cortejo real llegaba ya a mi ventana...; con los años, las noches en vela confesaban alguna que otra fiesta improvisada en Pontevedra y siempre buena compañía. Hoy, con más motivo que nunca, mi insomnio tiene una cara y un nombre. Este muñeco tiene seis años, la ilusión clavada en los ojos... y una historia tras de sí que podría llenar cientos de páginas. La realidad le ha obligado a ser adulto, y la responsabilidad que exige su vida ha hecho que su inocencia salga corriendo. Con tristeza seguramente, también con alevosía. 

Su historia, en cambio, se resume rápido. Este niño nació en Madrid y seis años después se quedó solo. Su nacimiento pedía a gritos ilusión, pero sobre todo salud. Y los deseos, aún juntando todas las fuerzas, no siempre se cumplen. A los pocos meses de nacer se le detectó una terrible enfermedad que sufren alrededor de 70 niños en España. Su caso empeoró, los tratamientos no funcionaron y una delicada situación familiar obligó a los suyos a regresar a su lugar de orígen recordando, en la distancia, que en un hospital de Madrid continúa su hijo de seis años. Él se quedó solo. Desde entonces, decenas de personas de forma voluntaria y altruista comparten su vida y su tiempo con él... hacen turnos, le llevan regalos y le arrancan sonrisas por cientos. Porque él es así, no está dispuesto a perder su sonrisa... aunque le sobren los motivos.

Hace algunos días que le convencí para que me contara un secreto: un deseo, el más fuerte, el más íntimo, el más inalcanzable. Él, mimoso, acercó su boquita para hablarme al oído y me dijo que su mayor deseo era no quedarse ni un instante solo, que siempre estuvieramos a su lado para recordarle que nunca íbamos a abandonarle. Le expliqué, diplomática y compungida, que los mayores tenemos que trabajar, que tenemos que pasar tiempo con nuestros amigos, atender las casas, que vivimos rodeados de ineludibles obligaciones... Me miró y señaló a su alrededor, resignado por mi ignorancia terrible... sin darme cuenta que él  ya tenía la fórmula para conseguir su sueño. Y me complació con el razonamiento más convicente del mundo. "Tú siempre estás aquí, -me dijo con una inmensa sonrisa-, porque encontré la forma de que cada minuto, todos, estéis a mi lado". Y me enseñó, con la ilusión atrapada entre sus manos, que todo es mucho más fácil cuando se sueña desde el corazón de un niño. Su habitación está plagada de fotos que le acompañan todo el tiempo y que recuerdan los mejores momentos que ha vivido este año; la gente a la que de verdad echa de menos, los profesionales y voluntarios incondicionales que a lo largo del 2011 le han rebozado en besos y abrazos tratando de cubrir un vacío que, en realidad, llena él solo con su capacidad para invadir la realidad de esa ilusión implacable que sólo tiene la mirada mágica de un niño. 


sábado, 10 de diciembre de 2011

Otoño, octubre


La mañana del viernes 21 de octubre todo arranca de nuevo. Los pasos se encuentran otra vez en este punto de partida. Hace un año… era octubre, era otoño… y él inauguraba una etapa de conversaciones consigo mismo, de puertas para dentro. Hoy de nuevo el otoño deja una luz tenue sobre los adoquines en las calles… y Manuel Carrasco ha encontrado razones aún más fuertes para regresar a esta locura que es la música, para mezclar su profesión con su corazón.

En “Otoño, octubre” Manuel cuenta la historia de un encuentro con desencuentro… de la búsqueda cómplice de un pasado que le enfrenta a su reflejo en el espejo… a su soledad. Más adelante, el tema creció de la mano de Claudio Guidetti , afamado productor italiano (Eros Ramazzotti, Toquinho, Carmen Consoli, Amaia Montero), que junto a Manuel se encargó de vestirla en su estudio de Milán durante el verano del 2011.

El primer single del último álbum de Manuel Carrasco llega como letras de emergencia… con todas las ganas. Nace un largo recorrido que todavía empieza, de nuevo, hoy…

Y otra vez es otoño. Y es octubre…




viernes, 18 de noviembre de 2011

El reloj, los planes y cosas que caben en una canción




Me gustan las cosas pequeñas. Los pequeños detalles que convierten la vida en algo grande y especial. Las cosas que parecen insignificantes pero que llenan los días de sonrisas, de silencios mágicos, de recuerdos que parece que se van a olvidar.. pero nunca se olvidan. Las copas de vino tinto. Me entretienen las formas de los relojes, aunque no me gusta llevarlos conmigo: creo que el tiempo no se cuenta ni se define. Me ilusiona mi inconformismo y mis ganas de ser más feliz, aunque siempre quiera dar más, aunque me enfade conmigo misma cuando siento que no lo consigo. Me gusta que, varios años después, todavía me intrigue la magia de Anthony Blake y que Brian Weiss me haga pensar: ¿volveré a encontrarte en algún lugar algún día?

Me entusiasman las personas que me llaman para decirme que ya tienen el billete en el bolsillo, media hora después de que hayamos colgado el teléfono sin saber cuando nos volveremos a encontrar. Me ilusionan las frases que resumen bien la emoción de una película... y los autores que me hacen pensar. Me encanta que las cosas más insignificantes me ilusionen más que nada en el mundo: el mensaje de una tarta de cumpleaños, pisar la casa donde nació Lola Flores, volar sobre Londres en el barco de Peter Pan... que no me cueste nada querer ni decir Te quiero, encontrar en julio el regalo perfecto para celebrar tu navidad.

Me gustan los abrazos que me llegan por la espalda provocando que me suenen todas las vertebras y me tocan la emoción y la sonrisa. Me gusta la gente incondicional, la que siempre regresa a tu vida porque en realidad nunca se ha ido. La gente que elige su destino, aunque su objetivo sea estar a la deriva cogido de la mano que ha escogido. Me gustan las mantas que esperan dobladas sobre el sofá.

Me hacen sentir las casualidades... las sonrisas que se colocan en el camino como las piedrecitas de Juan Sin Miedo, mostrando el camino de ida, el rumbo, las soluciones y nunca la mejor forma de regresar. La gente que no tiene miedo a equivocarse de nuevo, que le cede el espacio al corazón que bombea porque ha sentido. Me gustan los recuerdos, sobre todo los que siempre pueden compartirse con una sonrisa... los que están llenos de nostalgias con brillo en los ojos... las partidas de cartas... las confesiones de los ancianitos que cuentan sus conclusiones antes de cerrar su libro... Me gusta el cine español que es imborrable sólo porque a mi me hace reír... las canciones que me tranquilizan porque siento que me las cantas y que las cantas conmigo... los momentos que son sólo decisión mía, aunque me empeñe en compartirlos contigo.

Me emociona bajarme del autobús y sorprenderme al ver que desde su cartel de publicidad me saluda un profesor que convirtió sus clases en lecciones de como afrontar la vida con una sonrisa. Porque es un lujo que quiera enseñarte a sentir así. Y es un placer descubrir que he sido una buena alumna. Me llenan las personas que veo crecer... los mensajes que me escriben de día en Montevideo pero yo leo de noche en Madrid... cinco años después de haberme despedido de una niña que ahora es una mujer dispuesta a cambiar el mundo.

Me gusta tener memoria... memoria para los recuerdos pequeños... los que se difuminan, se escabullen, se desdibujan, pero que siempre tienen sentido... Me emociona la distinta forma que tienen de ver la vida las personas que quiero, porque esas miradas son parte de las cosas importantes que llenan mi vida. Me gustan los días en los que descubro que las mesas donde ceno están llenas de personas inmensamente especiales, inmensamente distintas. Y me gusta recorrer con gente muy diferente los mismos destinos.

Las casualidades que provocan que toda la vida y que todos los silencios entren dentro de una misma canción. Me gustan las cosas pequeñas, los relojes y los planes...

martes, 28 de junio de 2011

Despedir al corazón



A Fabiola y Ana Osorio


Esta noche en vela he despedido a una mujer en la antesala de un quirófano y mañana la recogeré, a primera hora, estrenando un nuevo corazón. Así de relativa es la vida. Así de extravagante.

Resumido, el episodio de esta noche se queda largo... como las palabras que se dicen en silencio. Fabiola es una de esas personas que laten de arriba abajo... quiera o no su corazón morir de tanta insistencia. Periodista de los pies a la cabeza y al revés, desgastada por el pálpito de la curiosidad por todo e invadida por una pasión desbordada que le invadió el pecho y le frenó las emociones. La vida atrevida, que se empeña en aleccionar y en poner límites. Pero la historia no es el porqué... la historia es el ahora... y el ahora se debate entre el romanticismo y la ciencia ficción en un quirófano de la quinta planta del Gregorio Marañón, donde un equipo brillante recoge un corazón que termina de latir para empezar a volver a latir. ¡¡Qué cosas!

En lo básico, en lo natural, no estoy preocupada en absoluto. Esa mujer entró en quirófano convencida de que mañana nos veríamos y, sinceramente, no me parece Fabiola de esas personas dispuestas a llevarse una promesa incumplida a la tumba. Espero una llamada... la llamada que me diga que ya estrena latidos nuevos para irme a dormir sabiendo, con seguridad, que voy a poder cobrarme con unas buenas arepas la noche en vela de hoy. Mientras, me entretengo dibujando en un papel planes para el día en que yo tenga algo que decir en la Organización Nacional de Trasplantes... tan eficaz para que nadie la cuestione, pero tan limitada para que cientos de órganos sanos terminen cada año yendo con prisa a ninguna parte. Para que sean decenas las personas que fallecen esperando su esperanza convertidas en un número más de una lista.

Confieso que también me quita el sueño el recuerdo insistente de las palabras de un amigo del alma tras su primera sesión de quimio. Una lección magistral de pánico jugando en primera división: "no me asusta el cáncer, ni me asusta el dolor... lo que temo es que la química no distinga entre células malas y buenas... entre neuronas malas y neuronas buenas... que cuando me despierte las ideas sean distintas... que ya no sea del Barça sino del Madrid, que ya no sea de izquierdas sino aférrimo militante de la más legional derecha".

En unas horas saludaré a Fabiola de la misma forma en la que me vio por última vez, agitando la mano mientras me despedía del corazón que avanzaba hacia el desgüace. Estará celebrando la novedad, como quien se pone el domingo zapatos nuevos. Y pesándolo en frío... sólo espero que el corazón de verdad, el que se enseña, el que define y el que se comparte, el corazón que tiene memoria y recuerda, que ese no se lo lleven en el trasplante, que no se confundan y, que mi amigo aquel del cáncer que sigue siendo un poeta de izquierdas, no tuviera en su miedo razón. Sólo falta que después de la noche que hemos pasado... Fabiola vuelva con el corazón de piedra, me mire desafiante a los ojos y confiese, sin derecho a réplica ni lugar a dudas, que no tiene tiempo ni ganas de ponerse a cocinarme las arepas.

Para evitar torturarme con este pensamiento rememoro mi última escena... despidiéndome con la mano de un silencioso corazón que terminaba... ¿dónde terminan los corazones que se han roto? ¿dónde se esconden sus secretos? ¿le dejarán por escrito al sustituto las cosas por las que debe entusiasmarse, el tipo de hombres por el que debe palpitar...? Despedirse del corazón debe ser tan desconcertante como el día que ves a tu primer amor besar a una novia nueva. Prejubilarle, debe ser tan cruel como la recién licenciada en Recursos Humanos que ya el primer día tiene que expulsar al desolado padre de familia... así, a la calle, sin finiquito alguno y alegando que después de veinte años no es el perfil apto que buscan para este puesto en la empresa. Despedir al corazón es un acto terrible que, incluso a veces, nos llena de vida. Una mezcla entre la emoción y la desolación que desconcierta y compromete al silencio, a la medicina y a la ciencia. La esperanza de vivir que comienza despidiendo al viejo corazón que ya se va, despacito y en camilla, caminito del desgüace.


viernes, 3 de junio de 2011

Antonio Vega. De amor, despedidas y otras canciones.




"Dónde nos llevó la imaginación..."


Antonio Vega siempre me pareció un tío lleno de personas, lleno del barrio, lleno de una capacidad enorme para estar y escuchar. Me divierte la gente extrovertida, pero me gusta la gente que calla... me intriga el silencio en el que rebotan las ideas y buscan un tubo de salida. Él me parecía así. Como una vida acabada despidiéndose entre las cuerdas de la guitarra.

Hoy hace dos años que dejó de respirar en un hospital de Madrid. Le velaron en la SGAE, en la misma Malasaña desde la que escribió siempre y a pocos metros de su Penta, La Chica de Ayer, escrita de su puño y letra, preside la sala. Al unos doscientos metros de donde les escribo yo ahora.


Un par de veces pude hablar con él por diferentes casualidades que me obligaron a entrevistarle, algo que -pura evidencia. no le divertía ni lo más mínimo. La última vez que nos vimos fue en una fiesta que organizaron unos amigos, pocos meses antes de morir. Dos horas eran tiempo suficiente para entender que  Antonio era un tipo de pocas palabras, capaz de contagiarte en un tiempo record de una ternura enorme. Lo que pensaba la gente le importaba bien poco. Era el dueño de sus botas. Parecía una persona que hacia lo que le daba la gana, llena de contradicciones. Empezó arquitectura y sociología, pero apostó por inventar canciones. Nunca dejó de tocar y de sonar, pero murió sin más posesiones que sus guitarras y un coche. Su director musical le criticaba tanto como le adoraba: Antonio siempre ha sido excesivamente generoso. Se pasó la vida regalando sus mejores canciones a  otros; colegas de la movida que le contaban que se habían quedado sin pasta...  Músicos que empezaban. El dinero le importaba muy poco. 

La noche que Antonio murió llegué a casa y busqué entre sus discos las primeras palabras que él escribió cuando perdió a la chica que amaba: "no creo que la vida me de tiempo a dejar de quererla, aunque me haya dejado, aunque se haya adelantado a mí. Sigo profundamente enamorado de la persona que me dejó porque me sigue llenando cada día". Ella murió en el 2004. Se llamaba Marga. Antonio dijo entonces que quería dedicarle el mejor disco de su carrera. No se me ocurre un regalo más auténtico.

La última vez que lo vi, Antonio hacía la gira de su disco de despedida: 3000 noches con Marga. Levanta la vista de la guitarra cuatro veces en la hora y cuarto que dura el concierto. Olvida la letra más de doce. Se le escapa una media sonrisa cuando oye que alguien grita que le quiere desde la última fila en un intento de prestarle aire. Sus músicos le preguntan si está bien. Eliminan de la lista dos canciones. La gente no se mueve. Se mira. Permanecen quietos con cerveza en mano, sintiéndose invasores en el campo de batalla. Testigos de un momento de intimidad de Antonio consigo mismo, y con sus recuerdos.

Antonio repasa a media voz, porque no le queda otra, canciones que han sido su banda sonora, y la nuestra. Lo hace a medio gas, a medias palabras, a medio acorde; como si le quedase solo la mitad. Como si las 3000 noches compartidas con Marga le dejasen, para siempre, sólo la mitad de su vida.


lunes, 9 de mayo de 2011

Mariposas en la razón


Son libres. A veces palpitan en el estómago. A veces se implantan en la razón. Es la historia de las mariposas. Protagonistas de algunas despedidas.


Hay despedidas que no tienen formato, ni instrucciones, ni sellos de salida. Son escenas que aprovechan guiones inadecuados. Como si el mundo ya se fuese a terminar. Promesas que se quedan en canciones. Entierros de besos enjaulados que tratan de escapar. Limpiezas para sacarle el polvo al corazón. Aceras para tropezar de nuevo con el punto de partida.

Supongo que no hay un modo correcto de despedirse cuando uno no quiere despedirse. Cuando al cerrar la puerta, inevitablemente, se empañan las derrotas de cenizas. Esqueletos de discusiones y palabrería sucia que primero desangra y después siempre se olvida. Lo más injusto del adios es trastocar la realidad para convertir el recuerdo de los fracasos en poesía.

Lo peor del después son los retales de las promesas y las rutinas hechas planes que quebraron. Las constantes vitales que se detienen para gritarnos que las notas de esta canción ya son facturas. El destino reparte  besos que en realidad nunca nos damos y convierte los recuerdos en locuras. Mariposas en la razón... Historia de una despedida incompleta que no acaba porque nunca la empezamos.


jueves, 5 de mayo de 2011

Para que Yoani le hable al mundo...


“Después de comenzar a escribir en mi bitácora, me tiemblan a menudo las rodillas. Para evitar endiosamientos y futuras crucifixiones, aclaro que mi blog es un ejercicio personal de cobardía para decir en la red todo aquello que no me atrevo a expresar en la vida real". 

Yoani Sánchez


 
Catorce pisos nos separan del suelo... de la tierra y de la realidad de La Habana. Desde su terraza en el último piso, Yoani acaricia la cabeza de su perra Chispita mirando al horizonte, convencida de que el mundo se reinicia de nuevo entre sus manos. Y es cierto. Internet tiene otra dimensión cuando se escribe desde estas cuatro paredes... en un camino a contracorriente para gritarle su verdad al mundo. Sueños compartidos que muchos dejan bajo la almohada, y que Yoani filtra cada día a través de una cadena de solidaridad invisible.

La historia de Yoani se hace pública a partir del 2007... cuando tras una temporada en París elige volver a Cuba para luchar por existir dentro de su propio mundo. Ganarse el derecho a tener un hogar. Ese año nace su blog Generación Y, dispuesto a abrir desde La Habana una ventana que permita a otros saber lo que sucede dentro de la isla. Reinaldo y Teo, su familia, la escoltan desde el cuarto de al lado con un cable que la ata a tierra. El resto del tiempo… viaja a través de sus mensajes con una ilusión infinita para traspasar las fronteras de su bloqueo. Ella lo hace como una terapia personal contra su fobia al silencio obligado e injusto, pero su mensaje se convierte en un dominó capaz de botar de pantalla en pantalla por miles de ordenadores a lo largo de todo el planeta.

Hace meses que en la isla su bitácora está bloqueada y la filóloga cubana tuvo que diseñar un complicado plan estratégico para seguir haciendo lo que se ha convertido en su trabajo vital: darle voz a los que creen que ya han apagado su voz. Quizás el día que los silenciados quieran hacerse oír descubran que ya no sólo se les ha secado la boca, sino también la vista y el oído enterrados por el miedo, la espantosa plaga que les sacude.

Esta tarde, en Madrid, Yoani Sánchez estará sin estar en la presentación del libro técnico que cuenta su experiencia: Un blog para hablar al mundo (Anaya, 2011); un engendro que nace en su distancia porque los pasos de Yoani se terminan en el mismo lugar en el que comienzan: una oficina donde se extravían día tras día centenares de visados sin rumbo. Las autoridades cubanas temen que ella vuelva; para evitarlo le prohibe la salida -extraña paradoja-. El primer libro de Yoani ya es un éxito sólo por el hecho de esquivar las rejas que se negaban a verle nacer. Es una revolución que anuncia que el miedo es la mayor arma que potencia este siglo XXI cargado de palabras que no enseñan sino destruyen, es el ejemplo principal de una batalla ganada con las teclas de un ordenador. Las víctimas mortales de la catástrofe son todos los que creen que la voluntad todavía puede detenerse.


domingo, 1 de mayo de 2011

Razones para el recuerdo



 "La vida está hecha de muchos papeles tristes pero el resultado es una obra realmente maravillosa"


La recuerdo imponente, mágica, con los ojos llenos de pintura interminable y centenares de historias... como permanentemente delante del telón y dispuesta a recibir el aplauso entregado de los miembros del público. A María Isbert no puede uno simplemente entrevistarla porque ella dirige la conversación, difumina las formalidades y convierte sus momentos en una tertulia de amigas frente al café del domingo. Más de trescientas películas a sus espaldas y centenares de funciones de teatro donde su papel no se olvida en el camerino... María Isbert contagia la risa encima y debajo de las tablas. Así, simplemente así, era María. Auténtica. Implacable. Sensacional.  Teatro, en estado puro.

Apenas dos minutos con usted... sin tiempo de encender la grabadora y ya me ha dado material para una entrevista de dos páginas... ¿siempre convierte sus palabras en historias?
Supongo que lo mejor de llevar toda la vida interpretando vidas de otros es que tengo muchas cosas que se pueden contar. La mayoría de las personas no tienen tiempo ni ganas de que yo cuente batallas de abuela... pero contigo creo que será divertido. Las historias también son de quien quiere escucharlas y entenderlas... y a ti esto te gusta, ¿a que si? 

Pensé que venía a entrevistarla yo a usted... Mi trabajo es que usted haga eso que dice, puede usted contarme todas las historias que quiera. Soy toda oídos y además, si, me gusta. 
¿Sabes? Cuando era pequeña tenía una inmensa curiosidad por todo...por las historias de los mayores, por las muñecas, por hacer deporte, los idiomas, saltar a la comba, jugar al diábolo... todo. La curiosidad me abrió las puertas del mundo... 

Y sin embargo, eligió la profesión que tenía más cerca... la de la saga familiar... 
Mi padre no dejaba de decir que tenía que formarme, que era importante estudiar. A los ocho años me estrené en el pueblo de la familia. Yo hacía un papel de mayor... Éramos muchos niños haciendo una obra de los hermanos Quintero y el público nos premiaba con cajas de bombones. Me llevé muchos aplausos y me llevé muchas cajas de chocolates... Ese día supe que quería ser actriz de teatro el resto de mi vida, aunque cobrase en bombones. 

Jajaja... pero cambiaría su caché algún día, conserva usted muy bien la línea tantos años después de subirse a las tablas como para haber sobrevivido a chocolates... 
Es verdad... mi mayor regalo han sido las risas. Escuchar como la gente es capaz de reírse a carcajadas por tu trabajo es estupendo. La gente que viene a verme al teatro son mis amigos... y uno siempre quiere que sus amigos se rían con uno. Mi padre, en aquella primera vez que le dije que quería ser primera actriz me prohibió volver al teatro... 

Pero usted es rebelde... 
Cuando vio que de verdad ese era mi camino él me guió, me enseñó, me acompañó... todo lo que pueda decir de mi padre son cosas bonitas. Y los tiempos eran muy difíciles. Al llegar la guerra desvalijaron nuestra casa de Madrid. Mi padre tenia muchas fotos de la familia real porque frecuentaban mucho el teatro pero a él enseguida se le empezó a acusar de monárquico, de ser de derechas... Y de verdad no era cierto, mi padre solamente era dos cosas... padre de familia y actor. Nos trataron muy mal y se nos acabó el dinero. Mi padre no aguantó más y se fue a zona roja para trabajar con una compañía de teatro que le pagaba doce pesetas al mes. No soportaba estar sólo, se puso enfermo así que mi hermana y yo nos fuimos con él para ayudarle y mi madre se quedó en casa con mis hermanos pequeños. Yo tenía 17 años pero tuve que crecer... como todos los jóvenes de la guerra. 

¿Recuerda su primer papel profesional?
Sin duda. Fue en Villarrobledo en el año 1939. Yo sólo tenía que reírme... desde el centro del escenario y a carcajadas... sólo eso, reírme. 

Es difícil... aprender a interpretar la felicidad. Y en medio de una guerra civil...
Mi padre me lo dijo al bajar del escenario, que yo había empezado por lo más difícil... por la risa. Él me enseñó a reír... y nunca me dejó sola. La alegría siempre ha marcado mi vida... por eso es fácil contagiarla.

Y es cierto, la contagia. Aunque solo sea por su alegría permanente, ha tenido usted una vida distinta a la mayoría... contagia la sensación de que no siente miedo, ni inseguridad, ni tristeza... ¿que lleva dentro?
La vida de un actor nunca es normal... nuestro día a día siempre es una sorpresa y siempre se vive con ilusión. Ser actor tiene muchas cosas buenas... y algunas malas... pero hace que la vida esté llena de momentos inolvidables... Los grandes actores son personas muy especiales y la gente especial desprende energía bonita.

Indudablemente especial como lo era tu padre... uno de los actores más inolvidables de nuestro cine. ¿Le molesta la comparación?¿se hereda la energía bonita?
Para nada me molesta que recordar a mi padre... no hay nada que me gustaría más que ser todavía más como él. Él era un niño enorme... lleno de cosas buenas. Sí, es verdad, mi padre hizo que muchos momentos sean inolvidables en nuestra familia. Tenía una forma estupenda de convertir cada momento en algo fuera de lo normal. Con él tengo las mejores anécdotas y los mejores aprendizajes... aunque ni siquiera a él las cosas le salían muchas veces como quería.

Si tuviera que empezar un guión para él... ¿cual sería la primera línea? 
Una de sus frases más repetidas... su lema: La tristeza es un horrible pecado.

Usted... capaz de convertir todo en una carcajada... que a sus  cerca de noventa años es capaz de llenar cada conversación de alegría... ¿de que se siente más orgullosa? 
Creo que no es fácil llegar a mi edad y mirar hacia atrás con la seguridad de que he tenido la vida que quería tener. Soy una mujer fiel a mi oficio y a mis escenarios, pero desde que me casé supe que quería formar una familia de verdad, firme, segura... no creo en las separaciones ni en las familias programadas como un guión. Mi marido era hijo de un matrimonio separado y tenía miedo a repetir los mismos errores así que fue tajante en eso, era importante pasar tiempo en casa, cuidar de los niños, dar seguridad a la familia. Una no se enamora todos los días así que hice caso a mi corazón, a mi marido y fue estupendo haber compartido esta vida con él. 

Y si se hubieran llevado mal... ¿cree que hay que aguantar siempre...?
Creo que muchas personas hacen de su vida distintos papeles de teatro. Cambian y cambian... se separan, lo pasan muy mal, buscan otra pareja y al poco tiempo vuelven a estar cada uno en su camino. Se aburren, sufren, vuelven, buscan... Separarse sirve para seguir probando, para seguir sufriendo, no para mejorar como personas... Quizás yo no he tenido muchas tentaciones porque nunca he sido guapa ni me han pretendido muchos, pero creo en el amor, en la familia, en los hijos. En amar para siempre y vencer obstáculos con la persona con la que has firmado un proyecto de vida. 

María... casi un siglo a sus espaldas, una saga familiar inolvidable para este país, una profesión intensa y mágica de la que es embajadora perpetua, una madre de familia imparable y entregada... ¿cómo define usted este siglo de vida?
Maravilloso. Este país ha vivido muchas cosas importantes durante el siglo XX... una transición difícil que creo que el rey Juan Carlos facilitó, una guerra que provocó mucha hambre pero también un instinto de supervivencia muy fuerte, una democracia que yo no quisiera que se perdiera nunca. Soy apolítica.. me interesan las personas pero no entiendo de monárquicos o republicanos... lo que quiero es libertad para que la gente decida su religión, su independencia, su camino...

Y a nivel personal... ¿tiene razones para el recuerdo? 
Muchísimas. Tengo siete hijos y trece nietos que me recuerdan cada día que la vida continua... que vale la pena vivir intensamente, el valor de la familia. Tengo casi trescientas películas y de cada una recuerdos fantásticos y muchas horas sobre los escenarios de todo el país. A nivel personal mi vida ha sido estupenda... La vida está hecha de muchos papeles tristes pero es resultado es una obra realmente maravillosa.

    lunes, 21 de febrero de 2011

    Sueños a flote y la fractura de una forma de vida


    Cuando Manuel me invitó a tomar algo en su casa yo desconocía que bajo nuestros pies bailarían  lorchos dispuestos a enfocarme con sus inmensos ojos grises. Fue como sostener la mirada a un bufón traidor que habita tu propia casa... o sus cloacas... que apunta como una linterna dispuesta a apagar la luz. La presencia de los peces y las algas se convirtió en aquel momento en un asalto a mano armada a su fracturada nueva forma de vida. Él, cabizbajo, hacía como si no los sintiese y buscaba como si fuera un proceso pensado con cautela un espacio exacto en el que colocar mi chaquetón... buscaba su sitio como tratando de ordenar un espacio sin orden posible, vacío. Buscaba ordenar su vida triste deseando que yo no me diera cuenta.

    Horas antes, apoyados en la barra de un café cualquiera, Manuel me había puesto al día sobre su desafortunada pérdida de trabajo, justo cuando planeaba tener un niño con Teresa y pocos meses después de firmar al fin la hipoteca dejando ya para siempre el alquiler de su apartamento en playa de Áncora, a algunos kilómetros de la frontera que separa Portugal de Galicia. Mientras veía revistas buscando muebles para decorar la última habitación vacía de la casa supo por un burofax que las cosas se complicarían enseguida... y antes de que  las suelas de sus primeras pantuflas estuvieran gastadas ya arrastraba pesaroso todas las maletas hacia la puerta. Teresa había desaparecido algunas semanas antes con las suyas.

    Ahora el vaivén de las olas de su nueva casa le arrulla por las noches, estrenando soledad y  tristeza. De momento reconoce que hoy no tiene dinero para recuperar aquel alquiler pero no se siente fracasado ni pobre ni perdido. Sabe que volverá a morir más de una vez. La buena noticia ante el café es que promete que este no es el final de su última vida, es sólo una etapa de marinero en la que debe sacar sus sueños a flote.

    Al salir llovía a cántaros sobre el cristal de mi coche... y durante cinco minutos fui un espectador más dudando si quedarme para siempre en aquella pantalla de cine o salir corriendo jurándome elegir la sesión de la sala cómica... en algún lugar donde la realidad no me encontrase nunca. Es lo que tenemos algunos soñadores, que pensamos que despertando el sueño se olvida.

    En lugar de todo eso saqué la libreta e hice la única cosa que los periodistas hacemos cuando no sabemos que hacer... disolvernos entre las palabras tratando de que ellas encuentren el sentido a los momentos que vivimos. Aprendí a esconderme detrás de las letras cuando la situación me avergüenza y la impotencia me come. Y lo aprendí de un inolvidable amigo... A él acudo esta noche para tomarle prestado un texto, una historia que nada tiene que ver con Manuel. Es la vida de los pobres... los que fueron y los que, irremediablemente, volverán a ser pobres.

    Qué lo disfruten: 

    Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen tiempo para perder el tiempo. Pobres, lo que se dice pobres, son los que no tienen silencio ni pueden comprarlo. Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar. Pobres, lo que se dice pobres, son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida. Pobres, lo que se dice pobres, son los que tienen el derecho de respirar mierda, como si fuera aire, sin pagar nada por ella. Pobres, lo que se dice pobres son los que no tienen más libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión. Pobres, lo que se dice pobres, son los que viven dramas pasionales con las máquinas. Pobres, lo que se dice pobres, son los que son siempre muchos y están siempre solos. Pobres, lo que se dice pobres, son los que no saben que son pobres
    .


     E. Galeano

    lunes, 14 de febrero de 2011

    Cuando los guardias se quedan sin cartas...



    En el número 963 de la calle Neptuno de la Habana hay una puerta que aisla una casa de la realidad social en la que vive. La traspasé en junio del 2009, cuando la noche ya había caído y el silencio en la calle sólo se rompía por varias miradas y el eco de una firme vigilancia constante. Nunca como en aquella casa tuve la sensación de que faltaba alguien... todo parecía expectante, preparado, impaciente, dispuesto casi para el reencuentro. Entrenado por la realidad exterior para el olvido.


    Héctor Maseda fue detenido el 18 de marzo del 2003 entre aquellas cuatro paredes, frente la mirada de su mujer Laura y de dos de sus cuatro hijos. Seis años después, compartiendo un rato de confidencias, todos ellos esperaban a que Maseda volviera: "siempre pensamos que sería un arresto de algunos días... los más pesimistas hablaban de como mucho un año... pero fue condenado a veinte y los días pasan, y pasan... y todo lo que nos llegan son malas noticias. Los hombres inocentes enferman y los medios no hablan. El silencio se instala y la triste realidad se sepulta en esta isla donde todos quieren irse pero nadie se atreve a decirlo".

    Entonces, Laura tenía instalada en la cara una sonrisa dulce y transparente, los ojos claros y la mano cariñosa alternaba entre acariciar el brazo de quien le hablaba o las cartas, dulces cartas, de su marido... "fue nuestro pacto, escribirnos por las noches nuestros pensamientos cada día para tratar de no perdernos lo que nuestra otra mitad sentía en la distancia... Héctor todas las noches me escribe unas líneas y nos las intercambiamos cuando voy a verle. A veces los guardias leen nuestras cartas privadas y yo me indigno con ellos... no sólo sabotean la tranquilidad y la intimidad de mi casa sino que incluso violan las letras que nos escribimos". Se le caen algunas lágrimas... pero incluso cuando llora mantiene fuerte la mirada y esa eterna sonrisa dulce.

    En 2009 Laura hablaba de su vida con la misma valentía envidiable que presidía la tristeza eterea que lo envolvía todo. Recuerdo cada episodio de su historia repleta de una confianza absoluta... el juicio injusto contra su marido, el final de su profesión como maestra por las presiones políticas que estaba viviendo, la dificultad para encontrar trabajo del resto de la familia, los insultos por las calles de vecinos que se alejan porque sienten miedo, las vejaciones durante las marchas que con el resto de las Damas de Blanco presidía los domingos al salir de misa... y un único deseo: que algún día Héctor Maseda volviese a dormir en aquella casa rodeado de su familia.

    Supe aquella noche que en esa casa se libraba una batalla desigual e injusta... que de antemano parecía perdida. Los ideales de Maseda eran tan fuertes que habían traspasado a su familia, convencidos de que la libertad no era suficiente; era imprescindible conseguirla con dignidad y justicia. Moya y él se negaron a la excarcelación cuando obtenerla les obligaban a exiliarse en España y se niegan al silencio y a la reclusión ahora que, a la fuerza, han salido de la cárcel pese a su deseo de permanecer encarcelados a menos que su libertad fuese incondicional o indulto.

    Desde aquel verano del 2009 hasta ahora todo ha sucedido; débiles y fuertes cruzan a veces sus papeles y se intercambian los huecos en la portda del telediario. En aquel verano todavía Laura nos presentaba en su cama vacía el dolor de la frialdad y la ausencia; nadie la conocía fuera de La Habana. Las cartas se apilaban sobre la mesa de la cocina, convertidas en sueños nocturnos pendientes de cumplir y en deseos torturados en la distancia. Laura Pollán contaba su historia con una sonrisa plagada de tristeza.... ahora su tristeza se aloja en las ojeras que llenan las primeras planas de los telediarios. El abrazo se ha cumplido y Maseda duerme desde anoche en su cama. Y en la puerta del calabozo, dicen las malas lenguas, los guardias de seguridad buscan consuelo para su desamparada tristeza... echan de menos a Laura y a Maseda... lloran desolados la ausencia eterna de sus cartas...