sábado, 6 de noviembre de 2010

Noche de magia




A lo lejos se escucha el sonido de la lluvia caer con fuerza sobre los cristales que dan al jardín. Es una noche de frío, de invierno toscano y batalla campal de sueños. Ella espera mirando el reloj de pared con una sonrisa mitad nerviosa, mitad cansada… lucha contra el sueño permanentemente por mantener los ojos abiertos. No quiere perderse la vida. Cree repasar sus últimos doce meses mientras los minutos del reloj se empeñan en retrasarse. Escucha pasos y promesas… y siente la pasión de la magia golpearle fuerte el pecho. Tierna, esconde su boquita bajo la sábana y la ilusión dentro de sus ojos grises. Ya casi llega mañana.

Imaginaba la lluvía desdibujando la figura de los tres, casi flotando sobre el asfalto. El camino que marcan los sentidos cuando todo pierde el sentido. A sus padres dormidos entre las sábanas de algodón gris. Rescató de su memoria la figura de la zapatilla de tela roja escarlata sobre la que colocó la carta. Imaginó la sorpresa de Sus Majestades al ver su dibujo debajo de la ventana. Le temblaban las rodillas... promesa de la llegada inmediata de todo lo que esperaba impaciente: una cestilla de dulces, unos guantes de colores vivos, una muñeca de trapo con inmensas trenzas de lana... La emoción explotaba en ella metida dentro de su cama... la intensidad de la magia que sólo regala la magia. La ilusión contenida. La incertidumbre.

Abrió los ojos. Miró el reloj. Salió de la habitación corriendo. Pestañeó de nuevo. Se dio la vuelta bruscamente convencida de que la sorpresa estaría a sus espaldas. Buscó una presencia de magia sentada al borde de la ventana, buscó una luz, una señal, una ilusión, un sueño... La luz del día había llegado, pero su pasado ya no estaba allí. Y las rodillas le temblaban, y los sueños se marchaban. Se le encogió el corazón y se le arrugó la piel. No encontró nada, más que la falta de brillo en su mirada No pudo ver nada. Giró sus pasos sobre sí misma, cabizbaja; esta vez más inmensa y más vacía que nunca. En cuestión de segundos se esfumó toda magia, toda ilusión, toda pasión de una noche que podría haber sido inolvidable. Se quedó a solas con el silencio que llevaba dentro.. con la nostalgia de sus últimos ochenta y seis años. de vida Arrastró su cuerpecito cansado y difuso entre enfermeras y ancianos que ni tan solo veía... Sin entender qué había pasado esta noche de Reyes... cambiando el sueño de colores por la realidad en escala de gris... Se escondió bajo las sábanas con un único deseo: comprender... Con la única esperanza: despertar en el cuerpo que ella imaginaba... volviendo a ser niña, dejando atrás la pesadilla de un cuerpo desgastado de cansancio y vejez. Olvidando ya para siempre aquella sala rota y fría de enfermos repletos de vista perdida... Buscando en su olvido permanente un único consuelo: que el alzheimer le regalase la posibilidad de creer que puede volver empezar de nuevo.


3 comentarios:

  1. Siempre es un placer leerte, querida Alba. Más aún cuando gracias a las historias de las que nos haces partícipes, me permites entrar en un mundo de sensaciones y sentimientos, a los que dificilmente llegaría a conocer de no ser por tí. Porque cada artículo tuyo tiene un nombre, y cada nombre una historia....y nadie mejor que tú para contarla.

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  3. Querida Alba,
    Qué placer siento cuando leo tu cajón de despistes. Acabo de releer: ¿bien ó te cuento?
    Y de nuevo haces que te lea como una lección de la vida. Gracias por tu reconocimiento, pero sobre todo gracias por ser cómo eres y como fuiste. Siempre te viví en el espacio del compartir y del disfrutar compartiendo. Y hoy, después de tantos años siento tu cercanía del ayer trasladada al hoy. Haces que me reconcilie con parte de la vida.
    Como siempre te mando un abrazo y te emplazo al café sereno y relajado de Aravaca.

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