jueves, 16 de septiembre de 2010

Historia de lo Invisible





"Para eso sirve la utopía, sirve para caminar"
Eduardo Galeano


En el corazón de la tierra, el mundo tiene a veces los pies para arriba y el corazón enmudecido por el poder y el miedo. Lo invisible, extendido como el viento a lo largo y ancho del planeta, se deja entrever pocas veces detrás de lo que es importante para los importantes. Lejos, en los suburbios de los extrarradios, miles de personas gastan su voz sin poder decir nada porque nadie les escucha, luchan por subsistir entre la miseria y el hambre, entre la falta de educación y la tristeza. Gente que carece de vivienda, de trabajo, de economía, de educación, de sanidad, de ocio… gente que habita un mundo paralelo donde la realidad no es más que la necesidad de sobrevivir; donde la vida no es más que el ahora. Precariedad. Miedo. Hambre. Marginalidad. Sucede de forma masiva en África, en América Latina, en Asia… y sucede también en Europa, en Norteamérica… en las barranquillas de Madrid, en las Tres Mil Viviendas de Sevilla y en la Mina de Barcelona… disfrazados de la cotidianidad y de las costumbres; olvidados entre las estadísticas que hablan de mejoras en el crecimiento económico.

Hay veces, algunas, que ser un niño es una obligación que te atrapa en la impotencia del deber. Es entonces cuando uno pasa a vivir por deber en lugar de por placer; pasa a no tener voz; para a ser sólo un muñeco figurante en un escaparate de oportunidades vacías. La pobreza se ha convertido en un espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores que aplauden desde el otro lado de la barrera. “Para existir un tercer mundo, tiene que existir un primero”, y parece que en este duelo todos lo saben.

Luego llegan las palabras frías… Sí, se drogaron en las fiestas tristes, se drogan para olvidar y para ser olvidados, vivieron anclados en la arrogancia de quien vive atrapado amarrado por la tristeza de quien no puede vivir con la pobreza que no les deja vivir. Son niños agobiados por el peso de su propio papel en la historia. Niños que han sabido lo que les toca más allá de la infancia, de los sueños, de las miradas, de las utopías. Aquella tarde, en aquel barrio, en aquel cerro carcomido por el tiempo en silencio, alguien miró al horizonte y me dijo que las utopías sólo sirven para seguirlas, para caminar hacia delante, para atrapar los sueños… alguien me lo dijo mirando el mar… el mar que termina en un horizonte que no se sabe donde acaba.

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